miércoles, 12 de marzo de 2008

Un Ángel entre cartones

Mar del Plata ofrece variadas alternativas para disfrutar de la ciudad y aprovechar los distintos paisajes. Pero esta hermosa ciudad balnearia, es muy diferente durante la noche, cuando los pocos turistas que aún disfrutan de sus vacaciones, se encuentran descansando o paseando por las calles céntricas o con actividad nocturna.

Pasadas las 2 de la mañana un carro arriado por un caballo de ojos cansados, se detiene en la esquina de Santiago del Estero y Belgrano. Sin demasiada luz, la poca gente que camina por la zona y algunos jóvenes que se preparan para salir a disfrutar de la noche marplatense, desvían su mirada para ver a un hombre relativamente joven que desciende de su carro para juntar unos pocos cartones apoyados contra el poste que indica el nombre de las calles. No es el único cartonero a esas horas, pero durante esta época, es la zona que frecuenta para salir a trabajar por las noches y recolectar los cartones y la basura que los comerciantes dejan sobre la vereda.

Ángel Hernán Domínguez, más conocido como “El chucho”, es un marplatense de 44 años, padre de 3 hijos y esposo de Laura, quien los fines de semana suele acompañarlo en su recorrido nocturno. Avanza rápidamente por las calles esquivando el tráfico sobre su carro arriado por “Pucho”, su fiel compañero equino de trabajo. Recoge cartones, plásticos, maderas y nylons que la gente arroja a la basura, para luego juntarlos y llevarlos al puerto, donde la mercadería es pesada y a cambio obtiene el dinero para mantener a su familia.

A pesar de su barba sin afeitar, su seño fruncido y la piel dañada, a Ángel no parece disgustarle la idea de recorrer las calles en busca de cartones. “Yo no me crié en la calle pero acá me siento libre y lo que hago me da algo de plata como para mantener a mi familia”. Es decir que naturalmente, “cartonear” nunca fue su sueño, pero es una alternativa que la vida le ha dado después de recibir varios golpes.

Ángel afirma que antiguamente trabajó en la construcción y que terminó el secundario en al escuela nocturna a los 37 años, lo que muestra su voluntad y su esfuerzo por progresar en la vida, aunque sin demasiada suerte, la cual él mismo atribuye a su fuerte adicción al alcohol. Lo echaron de varios trabajos por esta misma causa y la necesidad económica así como el hambre de sus hijos, lo subieron arriba de su carro de chapa y madera para recorrer las calles de Mar del Plata.

“De noche se ven otras cosas, todo se ve distinto en el centro” aseguró mientras juntaba y ordenaba unas cajas de cartón y agregó que “esta es mi zona y ningún otro compañero anda por acá, así como yo no me meto en la zona de otros para no tener problemas”. Es decir que parecería existir un código moral de convivencia entre los cartoneros para que nadie quede con las manos vacías a la hora de recorrer las calles. Luego en el puerto, tras el pesaje, según cuenta Ángel, los chistes no están de más en relación a lo que cada uno encontró y al dinero que cada cual cobra para llevar a su hogar.

Nuevamente arriba de su carro, me hizo entender que su vida no era tan desagradable por la libertad que la calle le ofrecía, pero que sin duda estaba en búsqueda constante de una alternativa que se convierta en una fuente de trabajo distinta y segura, aunque por el momento y desde hace dos años y unos meses, “cartonear” es lo único que suele hacer en la madrugada de la ciudad, además de alguna “changa” sin demasiada retribución económica.

Me despedí de Ángel con un sentimiento de nostalgia, pero al mismo tiempo de reconocimiento por su esfuerzo, ya que sus ganas de progresar parecían no dormirse y su buen humor no cesaba. Pucho comenzó a mover sus patas y el carro un poco destartalado volvió a retomar su andar por la calle. Había finalizado mi breve charla con un trabajador más pero distinto de la ciudad, aunque la noche para Ángel, recién comenzaba y aún le esperaban muchas esquinas con cartones por recolectar.